Por
otro lado, también ocurre que algunos de estas ”pecas oscuras” -en
realidad, racimos de células pigmentadas que adquieren la forma de
manchas sobre la piel- pueden ser nocivas para la salud.
Por ello es necesario diferenciar entre los lunares típicos -por lo
general, de color negro o marrón y que se elevan sobre la piel- y los
anormales o malignos, con bordes y color irregulares, que son precancerosos (pueden convertirse en melanomas).
Sea por razones estéticas o médicas, hay varias formas de extraer los lunares.
La más sencilla es mediante la aplicación de cremas y pastas, la
mayoría de las cuales contiene Sanguinaria del Canadá, hierba que
propicia la caída de los lunares sobresalidos dejando una cicatriz casi
imperceptible.
Dentro de las cirugías de extracción
destacan tres procedimientos: la escisión tangencial, la biopsia por
punción y la cirugía escisional. El primero de ellos se lleva a cabo
sobre los lunares sobresalidos, poniendo anestesia alrededor y afeitando
su superficie con un escalpelo (cuchillo pequeño de punta fina) para
ponerlos al nivel de la piel.
Si los lunares son más pequeños se recurre a la biopsia por punción,
en la que a través de un dispositivo especial se saca un trozo
cilíndrico de la piel circundante. Pero si los lunares son planos y
malignos, se procede a la cirugía escisional, extrayéndolos
completamente y colocando puntos para que cierre la herida.
En caso los lunares planos
sean de color negro o marrón oscuro (no malignos) se puede llevar a
cabo la extracción láser de sus tejidos, que en un promedio de tres
sesiones con el dermatólogo ya habrán desaparecido de forma total.
A propósito de las visitas al médico es necesario someterse a un análisis del tipo de lunar
antes de practicar alguno de los procedimiento. Si este no es el
adecuado, los resultados pueden ser peores que si no se hubiera
realizado la intervención. De cualquier forma, es conveniente someterse a
un examen anual de piel para descartar cualquier complicación o riesgo
de cáncer.